EDUCACIÓN: EXPERIENCIA EDUCATIVA EN SANTIBAÑEZ
Orlando Jorrín es maestro en Santibañez, un proyecto pedagógico novedoso en Cantabria basado en la participación del alumnado y el respeto a su ritmo de estudio. Asistimos a un día de su trabajo.
LA ASAMBLEA DE CLASE. Comienzan el día decidiendo las actividades a realizar. / Orlando Jorrín
La escuela de Santibañez pertenece al Centro Rural Agrupado de Villacarriedo. Es una única aula en la que 15 niñas y niños de edades comprendidas entre los tres y los diez años resuelven conflictos, organizan tareas y reparten responsabilidades en asamblea. Así gestionan su formación en función de sus propios intereses, con lo que su motivación es máxima. En la asamblea aprenden a expresarse libremente, a respetar la opinión de otras personas, a participar e implicarse en la consecución de objetivos comunes. Orlando Jorrín, su maestro y tutor, es uno más en la asamblea, pero es para su alumnado un referente fundamental de respeto, afectividad y comportamiento democrático.
Un día cualquiera Dos aspectos llaman la atención al entrar en el aula: los colores (paredes, trabajos expuestos y hasta las mismas sillas que están decoradas de mil colores por niños y niñas) y la sensación de armonía y de actividad que se respira en el grupo. Comienzan el día con una asamblea. En círculo, cantan una canción que previamente han elaborado o seleccionado, acompañados por Orlando a la guitarra. Quien lo desea expresa o muestra al grupo algo de su interés y, seguidamente, leen algún cuento o texto que han escrito comentando colectivamente sus ilustraciones.
Niñas y niños planifican en la asamblea también todas las actividades que desean desarrollar durante el día en función de sus intereses. El aula cuenta para ello con diferentes espacios y ambientes. En el rincón de lectura, tres niñas de diferentes edades miran o leen un mismo cuento tumbadas cómodamente sobre un gran colchón.
Otros niños juegan con bolas en el taller de matemáticas. En las mesas de trabajo, Ainhoa, una madre que colabora todos los días en la escuela, ayuda a dos niñas a hacer unas hadas con telas, mientras Luna prefiere intentar construir en solitario un tren con material de reciclaje. Otro niño, que al caerse se hizo una pequeña herida en el dedo, reaccionó acudiendo al rincón de investigaciones para observar su propia sangre al microscopio. Alternan estas actividades con clases y talleres de música, inglés y educación física que imparte profesorado itinerante; sesiones de pintura y expresión; sesiones de patinaje por el patio; excursiones… y todo lo que propongan.
Según Orlando: “Cada niña y cada niño tiene sus inquietudes y su proceso de investigación, por lo que deben tener libertad para escoger su trabajo y el ritmo del mismo”. Cooperar es algo más que sumar individualidades, por eso trabajan desde la complementariedad de las diferencias favoreciendo el apoyo mutuo. Al finalizar la mañana, se reúnen nuevamente en asamblea y escriben en la pizarra la crónica del día: trabajos realizados, acontecimientos especiales, posibles conflictos y propuestas de investigación. Todo ello quedará plasmado en el periódico que van realizando día a día y en el que el trabajo de redactor es rotativo. Las más ‘peques’ colaboran con ilustraciones. Por la tarde, tienen salida y, al día siguiente, irá a comer toda la clase a La Canal.
Una ventana abierta “La educación debe ser una responsabilidad compartida entre la escuela y la familia, por eso hay que facilitar un conocimiento y confianza mutua. Mi aula tiene las puertas abiertas a cualquier padre o madre que desee colaborar”. Orlando organiza sesiones de trabajo conjunto (tutor, familias, niños y niñas) para acordar y desarrollar las actividades de cada proyecto. Igualmente abre la escuela a toda persona que tenga algo que aportar: antiguo alumnado, otros educadores, representantes de instituciones, vecinas…
También intercambian correspondencia, investigaciones y trabajos con grupos de otros lugares. Así amplían horizontes, comparten inquietudes y maneras de trabajar con otras personas.
“Si niñas y niños sienten gusto y necesidad de trabajar, siempre darán el máximo de sí mismos. Puesto que el fracaso inhibe y destruye el entusiasmo, todos los alumnos y alumnas tendrán la misma calificación en su expediente, la evaluación se hará en positivo”. Al final de cada trimestre, Orlando realiza un informe escrito, sin calificaciones, en el que comenta el trabajo realizado y analiza sus procesos de maduración y aprendizaje.
Aprender investigando Desde que nacemos aprendemos mediante la investigación y la experimentación. Se trata de aprovechar esta curiosidad para desarrollar una estructura de pensamiento y unas pautas de investigación aplicables a toda la actividad diaria. Orlando se limita a dinamizar, motivar, sugerir y facilitar los recursos a su alcance. Partiendo de la pregunta de un niño (“¿Por qué había lombrices hoy en mitad de la carretera?”) apuntan la duda en un panel grande. En otro panel formulan las posibles hipótesis que se les van ocurriendo (“Estaban perdidas”, “Alguien las llevó ahí”…) y así comienzan a organizar su propio plan de búsqueda de información (en libros, internet, entrevistas…) hasta dar con la solución a la duda planteada. De este modo aprenden el método científico, vivenciándolo.
Cuanto más investigan, más aprenden del proceso. La duración de las investigaciones depende del grupo y de las características de lo investigado, por ejemplo: “La metamorfosis de la rana o la germinación de una semilla inevitablemente duran lo que tardan en realizarse esos procesos naturales”, afirma Orlando.
Extraída del periódico Diagonal
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